domingo, 16 de mayo de 2010

Oohh Champs-Élysées...

Bonjour mes amis!

Bueno bueno, como podeis comprobar acabo de volver de Paris, la ciudad de la luz, la pompa, las volutas y en la que no puede faltar un buen dorado que engalane la esquina de cualquier edificio que se precie.

Pero no os confundais, no ha sido un viaje de placer... sino de trabajo :P: cinco días sin parar, pateándonos Paris, yendo de edificio moderno en edificio moderno (creo que una vez vimos la Torre Eiffel de refilón) en los cuales lo único que me mantuvo en pie fueron las grandes dosis de café del desayuno... Y cuando digo edificios modernos, me refiero a edificios de Jean Nouvel. Para nosotros, la ciudad de París se compone de edificios de Haussmann y edificios de Jean Nouvel; mis profesores deben ser bastante fans, porque los vimos absolutamente todos, incluido su Atelier, que la verdad, fue una visita bastante interesante, porque nos explicaron como trabajan en el estudio y nos estuvieron enseñando algunos proyectos en desarrollo y esas cosas.

A parte de la obra completa de Jean Nouvel, también visitamos nuestro solar del proyecto: una isla en el sena, en el culo del mundo del centro de París, en una zona que están rehabilitando a base de edificios de arquitectos famosos llamada Ville de Billancourt. Os ahorraré las fotos de los edificios dorados de Perrault y otros horrores mayores perpetrados por Nouvel, pero no podía no enseñaros ¡la girafa estructural!

No puedo imaginarme al pobre que tuvo que calcular eso...

Después de estar en París, me he dado cuenta de lo mucho que echo de menos vivir en una ciudad grande (aunque creo que me pasa cada vez que salgo de Baviera, porque tuve la misma sensación al volver de Berlín); a pesar de que la primera impresión que nos llevamos no fue para nada buena, sobre todo viniendo de la perfección que reina en Munich

Para empezar me tuve que levantar a las 4 de la mañana para coger mi vuelo, lo cual implica que ya empecé el viaje cansada...

Una vez llegamos a París (medio moribundas, tanto que lo primero que hicimos al llegar fué dormir) nos encontramos con que el aeropuerto Charles de Gaulle era tán caótico que ni siquiera te señalizaban por donde salían tus maletas y tenías que ir andando por toda la terminal hasta que encontrabas la pantalla que te daba la información que necesitabas.

Después vino la odisea de comprar el billete del RER que te llevaba a París: máquinas y máquinas para comprar un billete de 9 euros y que ¡solo aceptaban monedas!. Claro... todo el mundo llegaba e intentaba dos cosas: intentar meter billetes por una ranura que no servía para nada y luego intentar pagar con la tarjeta, sin saber que no aceptaban ni visa ni tarjetas maestro (algo que nos hizo plantearnos seriamente a qué tipo de pais habíamos viajado). Esto provocaba colas y colas de turistas que se movían sin rumbo por el hall hasta que encontraban la única máquina de cambio escondida detrás de un pilar...

Cuando por fín llegamos a París... el metro olía a pis... De hecho, a lo largo de los días desarrollamos la teoría de que para los parisinos los conceptos de metro y de baño tienen el mismo significado: el echo de que las estaciones de metro tengan un acabado de azulejos de baño puede confundir a cualquiera, y por otro lado, que los baños públicos (esos que hay por las calles y que en cualquier país apestan) en París sean las zonas más aseadas y pulcras, nos hacen pensar que son conceptos sobre los que aún tienen que reflexionar.

Anyway... Nuestro hotel, estaba en un barrio lleno de obras, poco céntrico y como todos los hoteles de París, era caro y cutre, a pesar de que (como te señalaban orgullosamente en la entrada) era Tout Confort, porque también te aclaraban que tenía ascensor, así que... ¡Qué mas se puede pedir!


Aunque cuando realmente me asusté de lo señorita que me había vuelto viviendo en Munich, fue cuando se nos ocurrió ir a dar una vuelta por el centro de París... Coches, ruido, gente... estabamos tan estresadas que ni siquiera hablabamos y lo único que podíamos hacer era mirar a todas partes como anonadadas por la cantidad de cosas que pasaban a nuestro alrededor. Y eso es muy preocupante teniendo en cuenta que dos de nostras vivimos en Madrid, y la otra en Roma... Menos mal que al final del viaje ya nos habíamos acostumbrado.

A parte de estas pequeñas impresiones primerizas, al final me hubiese gustado quedarme, hasta me arrepentí un poco de haber elegido Munich como destino para mi erasmus (eso también me pasó en Berlín... debería mirarmelo...). Necesito una ciudad en la que pasen cosas... Estando allí nos dimos cuenta de que Munich era tan perfecto que hasta molestaba... Creo que un día de estos romperé una farola, para sentirme más agusto. Además dentro de su caos (y de sus olores) la gente parecia vivir en la relajación total y todas las plazas estaban llenas de gente de todo tipo: mimos, pijas tomando el sol al lado de perroflautas, gente tocando la guitarra...


También es verdad que parte de culpa de esto la tiene Quentin, un erasmus francés de mi clase de proyectos, que estudia en París y que nos estuvo enseñando los sitios cool de la ciudad. De hecho, aún tengo en mi posesión el Official Paris Cool Map en el que nos marcó las zonas de bares y los barrios donde se come bueno y barato a lo largo y ancho de la red de metro. La verdad es que gracias a él, el grupo de erasmus fué el más envidiado de la expedición: íbamos a bares con exposiciones de arte como Le Point Efimere y asistiamos a refinadas a fiestas en casas de parisinos en las que se podía degustar desde mojitos hasta absenta (porque he de aclarar que la fiesta era en Montmartre y eran todos unos bohemios); mientras que los alemanes eran timados en megadiscotecas donde cobraban la copa a diez euros.

Gente del otro grupo, aka The Germans, que normalmente ignora a los estudiantes internacionales observándoles con cara de desprecio, hasta llegaron a mandarnos mensajes preguntandonos sobre nuestros planes nocturnos.

¡Qué dura es la vida del turista!

La verdad es que, a pesar de lo que he dicho antes (que en agunos casos es verdad), no me puedo quejar de mis compañeros de clase... ¡Porque este semestre son todos majísimos! Mantenían conversaciones con nosotros en el desayuno, el otro día un chico se nos acercó en clase y empezó a preguntarnos de donde veníamos... ¡Cuando nos los cruzamos nos sonríen! . Es algo que nunca hubiese pasado el semestre pasado cuando las respuestas a todas nuestras preguntas eran jas y neins. Estoy tan llena de ilusión, que no quepo en mi de gozo.


1 comentario:

  1. jooo, he visto la jirafa estructural y mi cabeza le ha puesto estructuraaa... estoy fatal! tengo que dejar de atornillar:)

    qué guay el viaje! envidia muchaaaa!!! :)

    muak!

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